Y ahí me encontraba yo: en medio del pasillo, agotado, en medio de la penumbra. Sin entender qué había ocurrido, pero deseando que volviese a ocurrir. Avancé por el pasillo dirigiéndome a la cocina, pensando que tomar una bebida caliente y comer algo, me harían sentir mejor. Pero cuando estaba a mitad de camino, la realidad me golpeó con todas sus fuerzas: tropecé con un gran bulto y casi me hizo caer. Encendí la luz y vi una maleta, y ese fue el instante en el que mi mente conectó de nuevo con la realidad: ella se había ido.