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martes, 13 de agosto de 2013

La corona o la tricolor


Las instituciones viven sus horas más bajas: ya nadie cree que los políticos, ni los del gobierno ni el resto, trabajen como deberían para salvar la situación. La política ya no parece servir a un bien común. Tampoco se confía ya en que la justicia esté haciendo cumplir esas normas jurídicas que llamamos leyes, ni que se sancione adecuadamente a todos aquellos que no las cumplen. Es como si a la justicia se le hubiese caído la venda de los ojos. Y en lo que atañe a la monarquía, la situación es delicada: parece anclada en el pasado y con fecha de caducidad.




La verdad es que es complicado hablar de la función de la monarquía actualmente. La teoría nos dice que, en la monarquía parlamentaria, las funciones del rey están muy restringidas y se reduce a una labor representativa. Pero la importancia de esa representación entra en tela de juicio si analizamos en un mapamundi las monarquías mundiales: escasas, y especialmente si se analiza el coste anual de esa representación: 7.933.710 € para 2013.


   Monarquía absoluta
   Monarquía semi-constitucional
   Monarquía constitucional
   Monarquía en la Mancomunidad de Naciones
   Monarquía sub-estatal


Aunque es cierto que la monarquía española es de las más económicas entre las europeas, donde la inglesa se lleva la palma con un presupuesto anual aproximado de 46,6 millones de euros y la holandesa le va a la zaga con 39,6 millones de euros. 

Este gasto en España no era una de las grandes preocupaciones de la población y era lógico: una sociedad que había vivido casi toda su historia bajo el mandato de distintos reyes, que salía de una dictadura de cuarenta años, y que por fin, con la llegada de Juan Carlos I y la democracia, vivía un periodo de estabilidad y desarrollo que le permitía compararse con sus vecinos europeos. Cuando la situación económica comenzó a zozobrar, no se dudó de su papel, e incluso se alabó la actitud de la Casa Real al reducir voluntariamente el presupuesto asignado. 

Pero la situación cambió, y vaya si cambió. A raíz del incidente del rey en Botswana y la polémica de la herencia de su padre en bancos extranjeros, junto con la ubicua  e inexplicable presencia de la empresaria Corinna zu Sayn-Wittgenstein en actos oficiales, y la imputación de Iñaki Urdangarín en el caso Nóos, ha hecho que cada vez sea más habitual que se alcen voces de protesta contra la familia real. Unas reclamando mejor gestión y más transparencia, otras demandando la abdicación del rey y, cada vez más, las que exigen un cambio de modelo: la tercera república. 
Parece que la evolución mundial tiende a cambiar sus formas de gobierno y ese cambio se dirige hacia la desaparición de la monarquía y la instauración de la república, aunque las monarquías europeas se encuentran muy arraigadas, y así lo demuestran las recientes entronizaciones del rey Guillermo de Holanda y Felipe de Bélgica, y el circo mediático formado con los nacimientos de los herederos en la familia real inglesa y sueca.


No se puede decir que España tenga buenas experiencias con la república: los dos intentos fueron un fracaso absoluto llenos de inestabilidad. Pero lo mismo se podría decir de la monarquía, que durante toda su presencia en nuestra historia, probablemente ha creado más desunión y conflictos, que paz y estabilidad. Así que, ¿hacia dónde nos dirigimos? ¿Y hacia dónde deberíamos dirigirnos? ¿Qué resultados se obtendrían en una consulta popular? ¿Sería prudente cambiar de modelo de gobierno con la delicada situación actual y dadas nuestras experiencias pasadas? 

"Todos quieren ser amos y ninguno dueño de sí mismo" U. Foscolo

1 comentario:

  1. http://www.agarzon.net/crisis-de-la-democracia-una-propuesta-republicana-radical/

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