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domingo, 4 de agosto de 2013

Entre polvo y estanterías





Posiblemente, la literatura es, entre las siete bellas artes, la menos valorada y apreciada. Siempre me ha llamado la atención el escuchar esta frase: "No, es que a mí no me gusta leer". Pero nunca, y cuando digo nunca quiero decir jamás, he escuchado a alguien decir "A mi no me gusta el cine" o la variante "No, es que detesto la música". Adoro leer, así que es posible que se me pueda acusar de no ser imparcial sobre este asunto, pero son artes tan complejas, ricas y extensas, que es altamente improbable que no te guste ningún género o artista que contribuyen a ellas. Cuando escucho esa aseveración inmediatamente pienso que la única explicación posible es que esa persona no sepa leer, no en un sentido de incapacidad o analfabetismo, sino en un sentido más técnico. Nadie nace sabido, y para aprender, hay que practicar. El primer día que empieces a correr, no correrás la maratón; el primer día que empieces a leer de verdad, tendrás que esforzarte para conseguir mejorar. La lectura requiere un esfuerzo mental que se va desarrollando, tal y como los atletas desarrollan sus músculos entrenando. Con el tiempo se adquiere habilidad, velocidad y resistencia, lo que te lleva a abordar lecturas más complejas, más largas y, sobre todo, a disfrutarlas más.



Personalmente, siempre he considerado que una de las construcciones más enigmáticas y quizá, poco valoradas como tal, son las bibliotecas. La cultura egipcia ya las veía así y consideraban que son "el tesoro de los remedios del alma". Poseen ese silencio envolvente que parece estar esperando a transportarte a otros mundos, la solemnidad del envase que alberga siglos de conocimiento, el calor cercano que te sumerge en un ambiente hogareño, esa belleza sorprendente y una magia cautivadora. Pero según J. Steinbeck, también hablan de la sociedad que las rodea: "Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública, puede medirse la cultura de un pueblo".

Mis hábitos de lectura se iniciaron en uno de estos fascinantes lugares en mi ciudad natal: biblioteca modesta en comparación con otras, aunque totalmente majestuosa a mis ojos. En cada visita era capaz de disfrutar desde de las antiguas vigas de hierro, que recorren cual ramajes el cielo de la estancia, al aroma ambiental de frescura y pulcritud; disfrutaba desde las escaleras en los laterales, que te permitían ascender descubriendo nuevos escondrijos, hasta del silencio reinante, dedicado no a aquellos que se encuentran concentrados, sino por respeto a los bienes que se atesoran en las estanterías. Aún hoy, cuando me acerco a ese lugar, reduzco la velocidad de mis pasos al entrar, quizá con la esperanza de poder contemplar lo que me rodea durante unas milésimas de segundo más.

Existe una página web que recopila imágenes de bibliotecas privadas, rincones de lectura y librerías, tratando de dar su lugar a la belleza que tienen estos lugares. La idea es peculiar y su nombre también: Bookshelf Porn.


A continuación tenéis unas imágenes de las bibliotecas más bellas del mundo, para que disfrutéis de estas maravillas, y esperando que enciendan una luz en la oscuridad imaginativa de un futuro lector versado, pero todavía novel.



        

     Mortlock Library, Adelaida (Australia)           Librería Selexyz Dominicanen, Maastricht (Holanda)





Biblioteca Beinecke para Libros Raros y Manuscritos, New Haven (EEUU)






Biblioteca de Libros Raros Thomas Fisher, Toronto (Canadá)




Bilbioteca Pública, Salt Lake City (EEUU)



                                   
                                           
Librería LelloOporto (Portugal)








 Biblioteca Angélica, Roma (Italia)



Salón Teológico Strahov, Praga (República Checa) 




 Oxford Union Library, Oxford (Reino Unido)







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