La libertad de expresión es uno de los
preceptos recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948,
concepto surgido durante el periodo de la Ilustración y apadrinado por grandes
filósofos como Voltaire y Rousseau. Aunque es imposible separar la idea de
libertad de su concepto antagónico: la censura.
En España, es difícil que olvidemos la
inflexible e inhumana censura que durante cuatro siglos se asentó en nuestro
país, dirigida por la Iglesia Católica y bajo el control de la Monarquía, persiguiendo,
torturando, ajusticiando a miles, y provocando el exilio de tantos artistas y
científicos.
Años después, en 1938, se aprueba la
férrea Ley de Prensa que controlaba todas las publicaciones con idea de evitar
la difusión de las ideas del bando republicano durante la Guerra Civil. Esta
ley se mantuvo hasta 1966, cuando Manuel Fraga Iribarne, Ministro de
Información y Turismo desde 1962, aprobó la Ley de prensa e imprenta, en la que
se anulaban las consignas y la censura previa como procedimiento normal, aunque
se sancionaba a aquél que escribiera o publicara ideas contrarias a los
principios y ordenamiento jurídico del franquismo, e incluso contemplaba el secuestro
administrativo de publicaciones. Es una
vez fallecido Francisco Franco, ya en 1977, cuando se deroga, en Real Decreto,
el artículo por el que se sometía la libertad de expresión a los Principios del
Movimiento Nacional.
No es exclusiva esta situación a la
historia de España. Otro de los claros ejemplos de censura fue durante el Holocausto. El doctor Joseph Goebbels y el Ministerio de Propaganda alemán, tomaron el control de todas las formas de comunicación: en la noche del 10 de
mayo de 1933 allanaron las bibliotecas y librerías de toda Alemania en busca de
aquellos libros que consideraban no apropiados. Y en la URSS, durante el
mandato de Stalin, fue frecuente la utilización de fotografías alteradas para
eliminar de ellas a la gente sobre la que se había ordenado su ejecución.
Actualmente, en India, al igual que en
otros países, se lleva a cabo un tenaz trabajo para censurar ciertos contenidos
de plataformas como Google o Facebook. Y también es conocido el nivel de censura
regente en Corea del Norte, donde carecen totalmente de libertad de prensa,
hasta el punto de estar todos los años en los dos últimos puestos en el Índice
de Libertad de Prensa Mundial (Worldwide Press Freedom Index).
Tal como ocurre con los movimientos
artísticos, lo habitual es pasar de unos extremos a otros. Podemos poner
cualquier día la televisión y disponernos a ver un informativo. Lo que suele
aparecer habitualmente son imágenes de conflictos armados de distintas partes
del mundo: Afganistán, Pakistán, Irak, Sudán, Yemen, Siria, Libia, en las que
vemos continuamente a su población agonizando y muriendo. Hombres, mujeres, niños;
muchos niños. Una imagen tras otra. Si la censura es un tipo de manipulación,
no podemos dejar de asegurar que el exceso también lo es. Sobre todo cuando
esas imágenes sólo nos muestran la lucha de uno de los contendientes o no nos conducen
a analizar el fondo de la situación. Bernardo Ortín, doctor en Filosofía y
Ciencias por la Universidad de Valencia, asegura que "estamos en una época en la que disponemos de mucha información, pero ésto no nos genera mayor libertad de pensamiento, sino más miedo."
Si volvemos a esas imágenes, la carencia
de cualquier tipo de emoción al verlo es llamativa. Así que me surgen algunas
preguntas: ¿la costumbre nos deshumaniza? Al comparar esas imágenes con nuestra
“privilegiada” situación y encontrar diferencias, ¿también extendemos esa idea
de disparidad, probablemente de forma inconsciente, a otros ámbitos? ¿El uso de
la libertad nos puede llevar a un abuso morboso? ¿Evitar ese abuso pasa por
poner límites? ¿Antes se dominaba a la población en base a la ignorancia y
ahora se hace en base al miedo? ¿Estamos a merced de la actual manipulación
informativa?
Quizá no debería olvidarse lo que
exponía Kant: “El derecho es el conjunto
de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad
de todos.”
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