Se cree que el animal primigenio
del que desciende el toro actual, bos taurus,
fue domesticado en el Neolítico como animal de tiro, y en menor medida, como
recurso cárnico. Parece que los orígenes de la tauromaquia se remontan a la Antigua Roma, donde
ya los utilizaban en espectáculos llamados venationes
propiciando que lucharan contra otros animales o contra humanos. En algunos
escritos que se conservan de Ovidio, se asevera que estos bestiarii, nombre con el que se llamaba a los combatientes, iban
ataviados con una tela roja para llamar la atención del animal, además de una
espada y escudo. También es en la Antigua Roma donde aparecen las primeras
críticas a este tipo de espectáculos de la mano de Cicerón.
Durante la Edad Media, diversos
papas promulgaron prohibiciones con intención de mantener el orden moral
cristiano, ya que aseguraban que el Diablo estaba detrás de esos festejos. Sin
embargo, Gregorio XII levanta parcialmente esta prohibición por petición de
Felipe II debido a que entraba en conflicto con los asuntos de la Inquisición.
Posteriormente, con la llegada a España de los Borbones y sus costumbres
francesas, las corridas quedaron relegadas como entretenimiento del pueblo.
En la actualidad, España no es el
único país que posee este tipo de festejos: mientras que en América del Sur
tienen una gran acogida, en Europa tan sólo Francia y Portugal celebran también
este tipo de eventos, aunque son espectáculos basados en recortadores o en la
inmovilización del animal.
En los últimos años, han surgido
múltiples campañas para tratar de acabar con estos espectáculos. La tortura, el
sufrimiento, la explotación, el maltrato y la muerte son los argumentos que
juegan en contra de las corridas, además del sufrimiento del caballo y el
riesgo para el torero. En base a estas ideas, en 2003 se funda un partido
político por la unión de algunos grupos y asociaciones antitaurinos, el Partido
Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA). Debuta en las elecciones
municipales de 2003 con una discreta participación, aunque ha ido aumentando su
peso político hasta convertirse, en las elecciones generales de 2011, en la
segunda fuerza política extraparlamentaria.
Este empeño en la abolición de
las corridas no cae en saco roto, y en julio de 2011 el Parlamento Catalán vota
y aprueba (68 votos contra 55) la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por la
que se prohíben las corridas a partir de enero de 2012. En la Comunidad de
Madrid también se ha admitido a trámite esta propuesta, aunque paralelamente,
el Gobierno del PP, trabaja en un expediente para declarar la fiesta Bien de
Interés Cultural (BIC). Por el contrario, en Andalucía, donde se celebran
aproximadamente unos 1.000 festejos anuales, se protege la fiesta y se
promociona con la creación de Escuelas Taurinas.
Las cifras sobre la tauromaquia hablan
por sí solas: se trata del sector de espectáculos que más dinero mueve tras el
fútbol. Esta actividad genera 2.500 millones de euros anuales, que representan el
1’5% del PIB español. Existen 1.355 explotaciones ganaderas dedicadas a la
actividad taurina y genera trabajo directo para 200.000 personas que mantienen
a 15.000 familias.
La polémica generada por este
tema, ¿es un lance social o un asunto económico? ¿Se deberían prohibir estos
festejos a nivel nacional? ¿Sería posible ejercer una evolución de los festejos
suprimiendo la muerte del animal? ¿Es posible reconducir las actividades
económicas asociadas al mundo del toro hacia otros ámbitos? Tal y como está la
economía, ¿se puede permitir el Estado Español ese recorte de ingresos? ¿Es
razonable que dentro de un Estado haya leyes antagónicas respecto a un mismo
asunto?
De lo que no cabe duda es que
sin la tauromaquia a lo largo de nuestra historia, el mundo no habría podido beneficiarse de la maravillosa serie de
grabados que Francisco de Goya realizó en 1816.
las corridas de toros son una salvajada impropia de un país civilizado. El sufrimiento y tortura del animal en el ruedo no tiene ninguna justificación , excepto la estupidez humana.
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