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martes, 18 de junio de 2013

Donde la magia ocurre

Te levantas por la mañana. Desayunas sin prisas, aunque te tengas que despertar un poco antes. O no: desayunas rápidamente y te preparas para comenzar el día. La jornada transcurre: haces tus labores y cumples con tus obligaciones. Llega la noche y te refugias en el calor de tu hogar. De vez en cuando, quedas con gente cercana: amigos, familiares, compañeros de trabajo. Es la rutina de tu vida. La has construido así y en ella estás cómodo. ¿Por qué ibas a querer cambiarla? 

El cambio da miedo. Te levantas por la mañana. Desayunas. Transcurre el día con normalidad y al final del día, decides quedar con un amigo. La conversación más absurda os conduce a una discusión. Pasan los días y por motivos que quizá no llegues a entender, no encontráis solución al problema. Vuestra amistad se resiente.
Tu vida no volverá a ser igual.

Y es que cuando las cosas cambian, te asustan. Suena el despertador y comienza el día. Comienzas tu rutina y llegas al trabajo. Suena el teléfono, pero estás demasiado ocupado para responder. Vuelve a sonar, y la intuición y la alerta de base te hace responder por si es importante. Uno de tus familiares ha sido diagnosticado de una enfermedad con mal pronóstico. 
Tu vida no volverá a ser igual.


Y es que cuando las situaciones cambian, te incomodas. El despertador suena, pero por algún motivo tú ya estabas despierto. Te levantas, desayunas y llegas al trabajo un poco antes de lo habitual. Ha entrado a trabajar una compañera nueva. Pasan los días y entablas una buena relación laboral con ella. Es amable y respetuosa con todos, simpática con algunos, e inteligente y bella para ti. Te sorprendes a ti mismo mirándola cada vez que la tienes cerca sin poder reprimirlo. 
Tu vida no volverá a ser igual.

Nos enfrentamos a estas situaciones todos los días. Y hay tantas respuestas conductuales como personas en el planeta. El miedo paraliza, corroe, destruye, aunque no todos los cambios sean perjudiciales. La superación de ese miedo conlleva un proceso adaptativo. Pero las adaptaciones son inherentes al riesgo emocional, al posible fracaso. Al hipotético dolor. Sin embargo, la adaptación puede conducir al bienestar, a la aceptación, a disfrutar de situaciones de pleno gozo.




Y tú, ¿te arriesgas?










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