Lo confieso: me gusta Nietzsche. Extravagante y algo desequilibrado, peculiar en sus composiciones musicales, rechazado en diversas ocasiones por mujeres a las que amaba, y autor de obras que requieren una ardua e intensa interpretación. Pese a ésto, tiene una de las aseveraciones sobre el amor más veraces y bellas que jamás he escuchado.
Y la amistad, la amistad también es amor. El más sencillo y desinteresado. Son esas personas que comparten tu felicidad y también tu desgracia. A algunos los conociste siendo todavía muy joven, y es posible que la vida os llevase por caminos diferentes, pero la conexión es tal, que cuando recibes buenas nuevas de ellos, no puedes evitar alegrarte infinitamente. Otros llegaron a tu vida y siguen en ella, y son los que echas en falta cuando se van, con los que esperas hablar cuando necesitas hablar con alguien, y por quienes eres capaz de hacer girar el mundo a la contra, si al hacerlo les ayudases. Con los que te enojas, pero por poco tiempo. Y a los que, aún estando a malas, defiendes a ultranza.
Si en el mundo hay aproximadamente 7.000 millones de personas y todas ellas aman a alguien, o a varios, en alguna de las formas de las que hemos hablado, o en alguna de esas que no hemos sido capaces de imaginar, se puede llegar a una bellísima conclusión: pese a lo que parezca en múltiples ocasiones, en el mundo hay muchísimo más amor que odio (aunque el odio venda más). Y así, todavía hay esperanza.
Esta intempestiva reflexión surgía de una aseveración del singular Nietzsche. A veces conviene recordar que "Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal".
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